Autores: Ignacio Walker (Cieplan) y Carlos Portales (Flacso)
Fuente: La Tercera
Por definición, las reglas tienden a favorecer a los más débiles. Este es también el caso de los tratados. La alternativa es la ley del más fuerte. Las potencias hegemónicas tienden más bien a rehuir los acuerdos que los atan de manos, o que los someten al cumplimiento de reglas o tratados. De allí, por ejemplo, que el Presidente Trump se retirara del Acuerdo de París y del TPP, debilitando el multilateralismo y reivindicando la posición de una potencia hegemónica.
Aparece como una paradoja, a la vez que un contrasentido que, desde el espacio de bancadas de diputados y diputadas del progresismo o de la centroizquierda, se anuncie que votarán en contra del TPP11, sin Trump y sin 20 de las reglas que EE.UU. había propuesto en el proyecto anterior. En la práctica, EE.UU., en la era Trump, y las bancadas del progresismo, pueden terminar convergiendo en matar un proyecto que lo que hace es evitar la ley del más fuerte y someter a los poderosos y a los débiles a reglas comunes en el ámbito comercial.
Nuestra política exterior ha tenido una continuidad estratégica. Asegurar nuestro comercio internacional con acuerdos de libre comercio ha sido una tarea trabajada desde 1990, al servicio de una estrategia de desarrollo que ha significado el progreso de Chile (y una drástica reducción de la pobreza) en los últimos 30 años.
Un eje de esa acción fue la vigorosa política hacia el Asia Pacífico desplegada por el Presidente Aylwin, que logró en 1993 se acordara nuestra incorporación al Apec, materializada en 1994 por el Presidente Frei. En la Cumbre para la Financiación del Desarrollo (Monterrey, 2002), el Presidente Lagos planteó la necesidad de una globalización reglada.
Por ello no sorprendió que en la Cumbre de Líderes de Apec (Santiago, 2004), el gobierno apoyara la iniciativa del sector privado chileno de buscar un TLC-Apec. Como ese proceso era muy lento, Chile entró en negociaciones con Nueva Zelanda, Singapur y Brunéi que culminaron en 2005 con el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (P-4), que está en vigor desde 2006.
El gobierno de Bachelet, compartió el interés de EE.UU. de ampliar la negociación junto a los miembros del P4. Así se incorporaron progresivamente Australia, Perú y Vietnam (2008), Malasia (2010), Japón (2011), Canadá y México (2012). Después de seis años de negociaciones, bajo Sebastián Piñera y el segundo gobierno de Bachelet, se firma del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) (04-02-2016).
No obstante, el Presidente Trump, que había realizado una fuerte campaña en contra de los acuerdos multilaterales y plurilaterales, retiró la firma de EE.UU. (02-02-2017).
Chile reaccionó rápidamente ante el eventual fracaso de un proceso calificado más comprensivo y moderno que los estándares más altos de la OMC. Su canciller invitó a un Diálogo de Alto Nivel de Iniciativas de Integración de Asia Pacífico, en Viña del Mar (14 y 15-03-2017), que decidió seguir adelante sin EE.UU. Se revivieron las negociaciones y en enero de 2018, en Tokio, se logró un acuerdo. El Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTTP o TPP 11) se firmó simbólicamente en Santiago (08-03-2018), tres días antes de terminar el segundo gobierno de Bachelet.
El CPTTP elimina barreras arancelarias, reduce las medidas no arancelarias, armoniza las regulaciones y establece estándares laborales y medioambientales. Contiene también normas sobre empresas públicas y un mecanismo de solución de disputas entre empresas privadas y el Estado. El acuerdo se basa en lo ya negociado en el TPP, pero suspendió la vigencia de 20 disposiciones sobre inversión, compras gubernamentales y propiedad intelectual -que habían sido impulsadas por EE.UU.-, que eran complejas para algunos socios.
Su universo potencial representa alrededor del 13,5% del PIB mundial, incluye más de 500 millones de habitantes y será el tercer bloque comercial más grande del mundo después de la UE y del Acuerdo Comercial México-EE.UU.-Canadá.
México, Japón, Singapur, Nueva Zelandia, Canadá, Australia y Vietnam ya ratificaron el CPTTP, que rige desde el 30 de enero de 2018. Su órgano máximo, el Consejo, ya se reunió por primera vez (19-01-2019) y Chile solo pudo asistir como observador.
La circunstancia de que el acuerdo haya sido enviado al Congreso chileno para su aprobación solo el 29-10-2018 es inexplicable. La falta de adecuada información por la Cancillería, al dejar pasar largos meses, ha dificultado el acuerdo parlamentario en un ambiente político crispado. Esto, sin embargo, no es óbice para no dar aprobación a un acuerdo que ha seguido -esta vez sí- una tradición de política de Estado.
Hay todavía otra razón adicional. En un mundo global de confrontación y de guerras comerciales como el que estamos viviendo, los países medianos y pequeños se pueden ver muy perjudicados y necesitan asociaciones que sean capaces de defender sus intereses. Si esas asociaciones, como este acuerdo plurilateral, contemplan normativas abiertas y consensuadas y contribuyen a formar un conglomerado respetable a nivel global, estaremos fortaleciendo nuestra capacidad de acción estratégica internacional en el siglo XXI. Por esto, el Congreso Nacional debe dar su aprobación al CPTTP.