Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
“La indemnización no puede ser mayor que el beneficio obtenido” dijo uno de los abogados vinculados a un caso de colusión, frente a la demanda civil por daños y perjuicios. Respuesta equivocada diría yo. En segundo año de economía se aprende que el mayor beneficio que obtiene un monopolio es inferior al daño económico que genera en el resto de la sociedad. Eso es solamente sumando y restando pesos, sin considerar daños de otro tipo.
Una analogía exagerada al respecto es el robo de un celular avaluado en $ 500 mil, que se vende en el mercado negro en $100 mil. O, en otro plano, el tiempo que gana un conductor que interrumpe el cruce en un semáforo es inferior a la suma del tiempo que hace perder a otros conductores. También, el dinero que se pierde con el paro de los funcionarios de aduanas es (muy) superior al beneficio que esperan lograr. Estos y muchos (demasiados) otros ejemplos son casos de “juegos de suma negativa” que muchas sociedades se esmeran en mitigar.
Como señaló Manuel Agosin en este medio, la prohibición legal de paros de los funcionarios públicos existe en muchos países desarrollados para evitar el altísimo costo de interrumpir la provisión de bienes públicos. Esa prohibición se indemniza con contratos de inamovilidad, como es el caso del Estatuto Administrativo en Chile. Yo no conozco países desarrollados donde los funcionarios públicos tengan simultáneamente inamovilidad laboral y derecho a huelga.
El conocimiento de casos de colusión monopólica, en tanto, es un hecho reciente. Pero en Chile ha habido prácticas monopólicas siempre. Y las del pasado probablemente eran más frecuentes y gravosas que hoy. ¿Por qué solo en los últimos años se han denunciado y sancionado estas prácticas? ¿Por qué no antes? Hay, a mi juicio, dos hechos básicos que lo explican. Primero, la introducción de la delación compensada en manos de una fiscalía económica autónoma, la que ha permitido recabar pruebas legales. Segundo, que la sociedad chilena es más intolerante con las malas prácticas. En buenahora.
En la mayoría de los casos de “juegos de suma negativa”, quienes obtienen los beneficios son poderosos ya sea por los recursos de que disponen o por la capacidad de organización corporativa que poseen. Los que reciben el daño, en tanto, no suelen ser los poderosos sino que una mayoría de ciudadanos anónimos, que perciben con demasiada frecuencia que son las víctimas de los abusos.
Pero, así como existen “juegos de suma negativa”, también la sociedad dispone de un enorme abanico de “juegos de suma positiva”, donde los beneficios superan con creces los costos. Un elemento común de esos juegos positivos es que requieren acciones colectivas cuya coordinación es difícil de lograr. Forma parte de la agenda del desarrollo construir políticas públicas y arreglos institucionales que promuevan las prácticas de cooperación social (suma positiva) y mitiguen las prácticas abusivas (suma negativa).