Nuestras ventajas comparativas en recursos naturales son vulnerables. Por eso, la intervención cambiaria no es suficiente para evitar la ‘Enfermedad Holandesa’. — Por Jorge Rodríguez, Investigador Senior, CIEPLAN.
El Banco Central anunció la prrimera semana de enero que durante 2011 comprará un total de US$12.000 millones, intervención que, según lo comunicado, “debiera suavizar los efectos del ajuste cambiario a que ha estado sometida nuestra economía”.
Esta medida ciertamente aliviará a nuestros sectores exportadores, que se volverán algo más competitivos en el corto plazo. Por ello han celebrado. Pero esta alegría no debe dejar en el olvido el desafío de fondo, que es lograr ser competitivos a nivel global en el mediano y largo plazo.
La actual apreciación del peso se explica en gran medida por el alto precio del cobre. Esta apreciación ha implicado, en el corto plazo, una caída en la rentabilidad de los sectores exportadores que no están viviendo un boom de precios. De mantenerse esta situación, como en efecto se pronostica, en el mediano plazo la inversión en dichos sectores caerá, aumentando nuestra dependencia del cobre y, por consiguiente, nuestra exposición al riesgo de una caída en sus precios. Las complejas consecuencias de esta “enfermedad holandesa” las hemos vivido en el pasado con el auge y caída de nuestra industria del salitre.
No ser proactivo ante esta situación constituye una apuesta demasiado arriesgada y nos podría entrampar en la “maldición de los recursos naturales”, que nos puede llevar a crecer por un tiempo, pero a hipotecar nuestro crecimiento futuro. Para ser proactivo, se requiere distinguir claramente entre las tareas de corto y de largo plazo.
En el corto plazo se deben hacer esfuerzos para no exacerbar la apreciación del peso, como la anunciada intervención del Banco Central. El Fisco también debe hacer su aporte, reduciendo sus descalces cambiarios que lo llevan a tener que vender sumas importantes de dólares para financiar gasto en pesos. También se puede facilitar a los sectores exportadores afectados el acceso a crédito, con el fin de incentivarlos para que no dejen de invertir.
Sin embargo, nada de lo anterior es sostenible si no se actúa en paralelo pensando en el largo plazo. En este sentido, debemos asumir que nuestras ventajas comparativas en recursos naturales son vulnerables. Existen países con abundantes dotaciones de los mismos recursos que Chile, pero que tienen mayor escala y están más cerca de los centros de consumo y que, a medida que van abriendo su economía al exterior y van mejorando su institucionalidad y marco regulatorio, tienden a quitarnos participación de mercado. Un ejemplo en este sentido son Perú y Brasil. A lo anterior se suma el gradual agotamiento de nuestros recursos no renovables y el eventual surgimiento de sustitutos, que se hacen más rentables justamente cuando existe un boom de precios de manera sostenida.
Por lo tanto, el desafío no es tanto la situación cambiaria de corto plazo, sino definir una estrategia de desarrollo sostenible que no se apoye sólo en el pilar del cobre. Esto pasa necesariamente por aumentar nuestra productividad, capacidad de emprendimiento e innovación, y por mejorar la calidad de nuestros recursos humanos. En los últimos años se han hecho esfuerzos importantes en este sentido, como la creación del Fondo de Innovación para la Competitividad. Sin embargo, preocupa que sigamos mostrando indicadores extremadamente débiles en esta área, y que no estén en carpeta nuevas políticas públicas para seguir por esta senda.
Fuente: CIEPLAN