Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
Los hechos recientes que ha vivido el país son de la mayor gravedad. Aún es temprano para prever cómo será nuestra convivencia a futuro. Por ahora solo intuimos que estos días marcarán un antes y un después. Más allá del pillaje y el vandalismo, preocupa el uso de la violencia como forma de expresión política. Uno de los principios de la convivencia democrática es que es el Estado, y solo el Estado, el que debe tener el monopolio de la fuerza.
Utilizaré un principio básico de acción colectiva para tratar de entender qué pasó y, de allí, sacar algunas implicancias muy preliminares de qué hacer. Una característica de muchos procesos es que se inician pequeños y crecen poco al comienzo; pasado cierto umbral (masa crítica), una mayoría relevante adopta el comportamiento de la masa, en circunstancias que cada individuo, por sí solo, no lo haría. Como un incendio, que parte con alguna chispa, y crece a la velocidad determinada por el calor que genera.
En ese contexto, llama la atención la rapidez con que se alcanzó la masa crítica. Hay dos hipótesis al respecto que vale la pena analizar. La primera es que la familia Moya (la de “paga Moya”) ya no es la de antes. Hasta hace algunos años esa familia sufría y pagaba resignada los costos de los vaivenes económicos y de los abusos, muchas veces de manera desproporcionada. Hoy, en cambio, la familia Moya usa celular y posee una red de relaciones instantáneas que le permite expresar de manera más colectiva sus vicisitudes. Avanza más rápido hacia la masa crítica. Se trata de un argumento reciente en muchos países, y que, en parte, ayuda a entender la masividad de las protestas en Hong Kong, las “casacas amarillas” en Francia y los hechos recientes en Ecuador.
La segunda hipótesis, complementaria con la anterior, es el agobio de la familia Moya frente a un sistema del cual se siente parte y, a la vez, lo siente lejano y falto de empatía a la hora de atender sus necesidades. Esto es como el pasto seco en la analogía del incendio, que actúa como acelerador de las llamas y del calor. Y ese pasto seco y descuidado es responsabilidad de la clase política. ¡Cómo me hubiera gustado que en el discurso del “perdón” del Presidente hubieran estado los dirigentes de los partidos que previamente se habían reunido con él! Eso habría tenido un gran simbolismo en momentos tan graves.
Respecto de las medidas, faltó lo más importante: la necesidad de una estrategia país para abordar lo que viene. Los problemas de convivencia no tienen una solución. Los problemas de convivencia hay que trabajarlos todos los días, y de manera indefinida. Como en el matrimonio.
Por último, una reflexión acerca de la “chispa que inició el incendio”. El asalto a las estaciones del Metro y el incendio del edificio Enel, entre otras, fueron muy bien coordinadas y replicadas de manera idéntica en distintos lugares. No creo que todo eso haya sido espontáneo u organizado por los estudiantes. Parece que allí hizo falta más inteligencia policial. En todos los sentidos del término.