Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
EL TRÁNSITO de un país desde la pobreza al pleno desarrollo se ha dado, en la mayoría de los casos hoy exitosos, por etapas. El camino parte desde un polo moderno y dinámico, acotado geográficamente, e inicialmente pequeño.
El resto del país (el hinterland), en tanto, mantiene prácticas productivas atrasadas, ineficientes y sobrepobladas. La migración interna hacia el polo moderno da origen a la pobreza e informalidad urbana, que se suma a la rural. El segundo paso consiste en la absorción productiva del exceso de población y la irradiación de la modernidad hacia el conjunto de la economía. Esta etapa culmina cuando (1) la productividad tiende a igualarse entre sectores productivos y entre regiones, (2) la pobreza previa da paso a una clase media mayoritaria, y (3) la sociedad evidencia una evolución vertiginosa hacia nuevos valores y formas de relacionarse. La simultaneidad de estos tres elementos no es casual.
Chile está culminando esta segunda etapa. La escasez de población ha llevado a un rápido aumento de la fuerza de trabajo de mujeres y a una inmigración creciente desde otros países.
Pero también la modernidad se ha irradiado desde el polo dinámico (Santiago) hacia regiones. El desarrollo vertiginoso de la vialidad interurbana, el aumento de pasajeros en viajes aéreos, la presencia de malls (centros comerciales con tiendas ancla) en todas las ciudades mayores (con la sola excepción de Coyhaique), las telecomunicaciones, etc. Son sólo algunos ejemplos obvios.
Algunas cifras del Banco Mundial (WDI) para respaldar esta afirmación: En 1990 solo el 63% de la población rural tenía acceso a electricidad (el promedio OCDE en ese mismo año era 97%). La cantidad de tractores por hectárea arable de la OCDE era 3,5 veces la de Chile ese año. En 1995 el número de celulares per cápita de la OCDE era 5 veces el de Chile. Hoy, en todos esos indicadores estamos a la par o superamos a la OCDE.
En otras variables donde registramos algún retraso nos estamos poniendo al día con rapidez: En 1995 el % de la población con acceso a internet de la OCDE era 10 veces el de Chile; hoy es 1,3 veces. La población rural con tratamiento de aguas servidas era de 53% en 1990; hoy es 91% (y 95% en la OCDE). La población rural con acceso a aguas tratadas era de 48% en 1990; hoy es 93% (y 98% en la OCDE). En2015 el número de pasajeros de avión/año de Chile fue 11 veces el de 1990; en la OCDE 2,4 veces. Y así podríamos seguir. La modernidad de las regiones es una realidad cada vez más evidente. También hay una dimensión social respecto del acceso a la modernidad de los quintiles inferiores de la distribución del ingreso. Quizás en otra columna.
¿Qué falta? La tercera etapa. Es decir, convertirnos en un país desarrollado en lo social, institucional y económico. Una pena que eso no sea una prioridad de los programas presidenciales. Más bien se ve mucha retroexcavadora que, como decía Jorge Burgos, andan para atrás.