La crisis económica de 1982 marca un punto de inflexión en el ya largo experimento que se iniciara hace nueve años y que ha dado en llamarse «modelo económico chileno» o el «experimento de Chicago». El que se le designe indistintamente con esos dos nombres revela lo sui géneris de la experiencia. Se trata de un modelo cuyo origen teórico se encuentra en una universidad norteamericana identificada con las corrientes neoconservadoras.
Y ese modelo se aplica con una fuerza, pureza y consistencia en el caso chileno, como tal vez no se haya dado en ningún otro país.
Al iniciarse 1982 las visiones internas y externas, excesivamente optimistas y elogiosas del modelo se vuelven repentinamente pesimistas.
El momento parece oportuno, pues, para recapitular sobre la trayectoria del modelo económico desde un ángulo crítico. Recoger esos análisis hoy tiene la ventaja de permitirnos entender, desde la perspectiva de lo que estaba ocurriendo en ese momento, por qué el modelo no estaba resolviendo los problemas de fondo que sólo ahora afloran con toda su fuerza a la superficie.