Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
“No se nos ocurrió”. Así explicó el vocero de los Hermanos Maristas porqué no denunciaron a la justicia un caso de pedofilia que la congregación conoció hace siete años. Mala respuesta. La sanción interna se limitó a relegar al pederasta a labores administrativas. Más en general, la actitud de la Iglesia frente al abuso de muchos sacerdotes no tiene nada de divino, y sí mucho de humano. Está en la naturaleza del hombre ser complaciente para juzgar y condenar a sus pares. Y hay innumerables casos recientes. La FIFA, por ejemplo, amenazaba con desafiliar al país que recurriera a los tribunales civiles para investigar las situaciones dolosas del fútbol: “Los problemas del fútbol se resuelven en el fútbol”. Basta reemplazar en esa frase “el fútbol” por “la Iglesia” para probar el punto.
Las prácticas escandalosas y/o delictuales de las instituciones del hombre es el desenlace inevitable cuando impera el autofiscalizarse, autojuzgarse y autosancionarse. ¿Y por qué? Porque la autojusticia no es ciega ni equilibrada, ni usa la espada. Baste recordar el período en que sólo los tribunales militares podían juzgar a los uniformados.
En estos días la clase política chilena ha exhibido algunos síntomas de lo mismo. Ante un requerimiento del Ministerio Público, la Cámara de Diputados entregó toda la información sobre gastos en asesorías de sus miembros con cargo a fondos públicos a comienzos de año. Según la prensa, un tercio de los diputados pagaron por informes copiados desde Internet (“copy paste”). Recientemente, y ante el mismo requerimiento al Senado, la Cámara Alta denegó la petición de la Fiscalía argumentando el “menoscabo” al Senado.
Una rendición de cuentas clara, transparente y disponible para todos respecto del uso de esos y otros fondos públicos es una obligación del Congreso. No hacerlo es un error que le hace daño a la democracia. Negarle a la Fiscalía información que debiera ser de dominio público insiste, ahora porfiadamente, en el mismo error. También es un error el festín que al respecto se han dado los candidatos presidenciales que no son senadores. Oportunismo puro y simple.
Tanto el espíritu como la letra de las recientes leyes de financiamiento público de los partidos es que disponer de recursos públicos y la rendición de cuentas son las dos caras de una misma moneda (esta semana el Consejo para la Transparencia denunció por incumplimiento a 14 partidos).¿Qué tiene el Senado que cree que está exento de rendir cuentas en forma clara y oportuna?
¿Qué es peor que la democracia? La ausencia de democracia. Es por ello que debemos cuidar a la política y a sus instituciones. Y en ese cuidado no hay lugar para la complacencia. Los que creemos que la política es una necesidad de la democracia tenemos el deber de ser exigentes con sus instituciones. Por ejemplo, levantar la voz con fuerza cuando soplan vientos de que “los problemas de la política se resuelven en la política”. Como la Iglesia, como la FIFA, como los uniformados durante la dictadura.