Autor: Patricio Meller
Fuente: El País
Los países de la región deben aplicar un menú variado y complejo de medidas para reducir la diferencia en el desempeño educacional respecto al mundo.
La primera brecha educacional, la absoluta, es la que muestra el porcentaje de estudiantes que está bajo el nivel básico mínimo de conocimientos. La prueba PISA (2015) muestra para ocho países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Uruguay) que entre el 50% y el 70% de los estudiantes latinoamericanos quedan bajo el nivel básico en matemáticas. Por otra parte, en el tramo de los niveles máximos solo alrededor del 1% de los estudiantes logra estar en los niveles superiores.
¿Qué han aprendido más de la mitad de los escolares respecto a los que no han ido a la escuela?
La brecha educacional interna es la que concentra el foco del debate en los países latinoamericanos, es decir, la diferencia en el desempeño educacional entre los estudiantes de las familias de altos y bajos ingresos. La prueba PISA con los puntajes promedios a nivel de decil para los ocho países latinoamericanos muestra que a medida que aumenta el nivel de ingresos, aumenta el puntaje. Hay países latinoamericanos en los que este diferencial educacional entre el decil más rico respecto del más pobre es superior a 135 puntos.
La brecha educacional externa constituye un factor crucial para el futuro de los jóvenes y la competitividad de los países. En consecuencia, la comparación educacional relevante para saber “cuán bien o cuán mal” está el nivel de la educación local es la “distancia” existente respecto al nivel de los países líderes en educación escolar.
Singapur supera a los ocho países latinoamericanos por un rango de 142 a 187 puntos (matemáticas). Aún más, ni siquiera los mejores estudiantes latinoamericanos (percentil 95) logran niveles similares al de la mitad inferior de los estudiantes de Singapur. Dado el desempeño histórico observado, recién en el año 2047 varios países latinoamericanos lograrían el nivel actual de Singapur.
El debate latinoamericano se focaliza fundamentalmente en la brecha educacional interna. El foco de la discusión ha estado orientado en elaborar propuestas para cerrar esta brecha entre los escolares de las familias de altos y bajos ingresos. Se calcula el monto de recursos que cuesta la educación de los estudiantes de altos ingresos y se sugiere que bastaría gastar montos similares en los estudiantes de bajos ingresos para aumentar el nivel educacional.
Este razonamiento supone que el nivel educacional de las escuelas latinoamericanas de altos ingresos es el óptimo a alcanzar. Hemos visto que los mejores estudiantes latinoamericanos ni siquiera alcanzan el nivel que tiene el promedio de los estudiantes de Singapur.
Esta perspectiva es incorrecta, por cuanto no capta el fondo del problema. Vivimos en un mundo global; entonces, el enfoque tiene que ser global y no local. Los escolares latinoamericanos tienen un desempeño que está muy por debajo de los escolares de los países desarrollados y asiáticos. Esto significa que hay una falla fundamental en la metodología de enseñanza de toda la educación básica y media latinoamericana.
¿Cuáles serían las medidas que habría que utilizar para cerrar las tres brechas? Obviamente, no hay una sola medida que resuelva las tres brechas simultáneamente. A nuestro juicio, la brecha absoluta respecto a alcanzar los niveles básicos mínimos de LEA (Lectura, Escritura y Aritmética) podría abordarse con la metodología sugerida por la Academia Khan; esto requiere orientación y supervisión de profesores.
En el caso de la brecha interna de educación, se requiere un menú variado y complejo de medidas. Idealmente, los mejores profesores debieran enseñar a los niños y jóvenes que tienen mayores dificultades de aprendizaje; incluso, se puede requerir una educación personalizada para que efectivamente “nadie se quede atrás”. No es fácil implementar estas sugerencias. La economía política requerida para reducir la brecha educacional interna enfrentaría severos conflictos ideológicos y sociales.
Sin embargo, la brecha educacional externa es la más difícil y compleja de resolver. En este siglo XXI lograr los niveles básicos mínimos de LEA tiene un efecto marginal sobre la reducción de la brecha externa; debido a las permanentes innovaciones tecnológicas, los jóvenes están expuestos a resolver problemas complejos y desconocidos. Para esto requieren dominar las habilidades necesarias para el mundo actual; pensamiento crítico, creatividad, trabajo en equipo, y comunicación oral y escrita. ¿Cuántos profesores latinoamericanos podrían enseñar estas habilidades?