Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
Una persona nacida en torno al año 430 A.C. podría haber conocido durante su vida adulta a Confucio, al Buda y a Sócrates en sus mejores momentos. Gore Vidal, un gran intelectual de EEUU, notó esto en su novela “Creación”. A lo largo de su vida el protagonista genera vínculos estrechos con esos y otros personajes históricos notables. Hacia el final, ya anciano, éste se queja de “¿por qué no me tocó vivir en una época de oro de la humanidad?”.
Chile ha tenido generaciones doradas en algunos ámbitos. Nuestros más grandes poetas (la Mistral, Neruda, Nicanor y la Violeta, Huidobro, Rojas, entre tantos otros) nacieron en un lapso inferior a 25 años. ¿Cómo fue que se acumuló tanto talento, en tantos poetas en tan poco tiempo?
En deportes los jóvenes actuales están mal acostumbrados. Durante todo el siglo 20 Chile obtuvo siete medallas olímpicas (6 de plata y 1 de bronce), un tercer lugar en fútbol el 62 y, en tenis, una Nº 1 del mundo en 1937 (Anita Lizana) y a un Nº 1 en 1998 (Marcelo Ríos), además de los destacadísimos Fillol, Cornejo y Gildemeister. Yo crecí orgulloso de todo eso, pero hay que reconocer que no fue mucho, ni menos podríamos hablar de una generación dorada.
En lo poco que va recorrido del siglo 21 ya hemos logrado mucho más: cinco medallas olímpicas entre fútbol y tenis, incluyendo dos de oro; dos copas América; y deportistas de categoría mundial en varias disciplinas. Eso sí ya parece un generación dorada, especialmente en el fútbol. Y más aun considerando que el recambio parece más del nivel del pasado que del actual. Ya me imagino a los jóvenes de hoy, en muchos años más, contándoles a sus nietos las hazañas deportivas de esta generación de chilenos.
En economía y sociedad también tenemos una generación dorada. Es la del paso de la pobreza masiva a la de una clase media masiva. La transformación de un país en la medianía de la tabla en América Latina, a ser el más rico de la región. Es la generación que logró que sus hijos tengan infinitas más posibilidades de desarrollarse y progresar que la que tuvieron sus padres. Es la generación que superó el miedo político y el miedo económico de los 70 y los 80; la que vivió y sufrió los efectos de una sociedad quebrada; la que se alegró porque contra todos los pronósticos hubo una transición pacífica y exitosa; la que se sintió orgullosa porque sus esfuerzos y sacrificios le permitieron progresar, y así. Esa, creo yo, también es una generación dorada, especialmente porque el recambio parece más del nivel del pasado.
Ya me imagino a los jóvenes de hoy, en muchos años más, contándoles a sus nietos que Chile alguna vez fue Nº1 en América Latina en ingreso per cápita y en crecimiento. Que ellos heredaron un país enormemente superior al que heredaron sus padres. Que, lamentablemente, se parecían al personaje de la novela de Al Gore y no se dieron cuenta de que habían nacido en una época de oro. Que se avergonzaron de lo que, en realidad, debería haberlos enorgullecido.