Hoy en el Diario Financiero, Manuel Marfán y el reto de las comisiones: «No es llegar a un acuerdo, sino convencer que los acuerdos son buenos».
Asentado como investigador de Cieplan desde que dejó hace cinco años el Banco Central, a Manuel Marfán le gusta, según dice, el “ánimo de buscar consensos y acuerdos”, y probablemente por eso se advierte a simple vista su interés por aportar ideas en la Comisión para el Desarrollo Integral a la que lo convocó el gobierno.
Crítico de cómo se llevaron a cabo las denominadas reformas emblemáticas durante la administración Bachelet y de lo poco dialogante que fueron algunos de los principales impulsores de estos cambios, espera que estas comisiones sí permitan hablar y, también, escuchar.
Su foco hoy es cómo lograr acuerdos que respondan al desafío de avanzar al desarrollo integral, que, según definió Piñera, es abarcar todos los ámbitos de la vida de las personas. “Un desafío interesante”, dice.
– ¿Por qué aceptó ser parte del grupo de desarrollo integral al que convocó el gobierno?
Me invitaron a título personal y si me invitan a ponerme de acuerdo con otros de manera transparente, clara, no para conspirar, estoy disponible siempre. Ahora, de ahí a que uno llegue a un acuerdo, es una cosa distinta. Una de las grandes fallas hacia donde ha evolucionado la política en los últimos años es que cada vez más los distintos actores de la política tienen más que decir y menos que escuchar; y creo que eso es malo. Las cosas que uno dice tienen que confrontarse con las opiniones de otros, y para eso hay que escucharlas.
– Entonces, ¿las mesas son una buena estrategia del gobierno?
El gobierno tiene la necesidad de hacerlo y alguien como yo va a estar disponible si lo llaman. Ahora, el principal desafío que tienen estas comisiones no es llegar a un acuerdo, sino convencer a la sociedad y a sus coaliciones que los acuerdos a los que llegaron son buenos. Si el acuerdo dice que toda la culpa la tiene el gobierno de la presidenta Bachelet y que lo que hay que hacer es facilitarle la vida a los empresarios, y tengo que ir a defender eso, me va a ir como la mona.
El desafío es cómo uno convence a la señora que vive en La Pintana que lo que conversó esta gente tan sesuda le puede cambiar la vida. Lo dijo el propio Presidente en su discurso: es un desarrollo integral, porque tiene que abarcar todos los ámbitos de la vida humana. Eso tenemos que hacer. Es un desafío entretenido.
– Se le ve esperanzado…
Sí, claro. Estoy tratando de ponerle tinca para que lleguemos a un acuerdo que no sea estéril, que tenga los argumentos para convencer a la ciudadanía de que lo que se está discutiendo le puede cambiar la vida a ellos y a sus hijos.
-¿Cómo se llega a abarcar todos los ámbitos de la vida?
Este es un camino que han hecho otros países. Los que no lo hicieron son aquellos que partieron despoblados, como EEUU o Australia (…), pero sí Europa Continental, Japón, Corea. No es un problema nuevo esto de llegar a ser una sociedad de clase media, en la que los factores se hacen escasos y el crecimiento se detiene porque antes se creció sobre la base de aprovechar las holguras, y esas se acabaron; y entonces, hay que pensar en otra cosa. Ese es un problema que han vivido casi todos los países que hoy son desarrollados y los procesos no han sido tan largos. Noruega era un país muy pobre hace poco…
– ¿Cuál es la fórmula? ¿Qué hicieron esos países?
Varias cosas. De partida, copiaron. No todos fueron pioneros. Japón es un caso casi de caricatura porque copiar era el emblema, pero copia inteligente. Autos, pero compactos, que al principio eran menospreciados, pero que terminaron dominando el mundo. Y en la industria audiovisual, lo mismo, y resultaron los TV con pantallas planas. Hay muchos ejemplos asiáticos, que tomaron un camino propio de industrialización acelerada a través de la copia. Lo mismo está haciendo China hoy.
Chile más bien debería mirar hacia los países desarrollados en recursos naturales porque esa es nuestra característica. Y ahí están los escandinavos (Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia), Canadá, Nueva Zelanda, Australia. No para hacer lo mismo, porque son culturalmente muy distintos, pero sí para deshacernos de nuestro provincianismo en las discusiones. Eso fue lo que hizo Máximo Pacheco, en una gestión brillante en Energía (…) Y logró detener una crisis energética.
– Entonces, ¿la fórmula es copiar?
Cuando hay un problema lo que se debe hacer es ver si tiene solución o no en la evidencia que existe en el resto del mundo. No para hacerlo igual, sino para inspirar soluciones.Hay tres ingredientes claves: la copia inteligente, el protagonismo del Estado y la lógica de la cooperación.
– ¿Y el Estado? ¿Qué rol juega?
Así como el Estado fue protagonista del ciclo que está culminando, porque dio las señales para la modernización de la infraestructura, la electrificación; tiene que serlo de este segundo ciclo, que también es virtuoso porque de lo que se trata es de hacerlo mejor, porque si el territorio y la población se vuelven escasos, lo que debes hacer es darle más rendimiento y en esa parte del proceso los que tienen más que ganar, es la fuerza de trabajo. Es, por fin, una etapa del crecimiento en la que lo que más gana es el trabajo.
Entonces, si tienes un Estado que se preocupa de resolver las inseguridades a la clase media y tienes una forma de crecer que privilegia por primera vez el trabajo como factor que genera más rendimiento, te explicas por qué los países desarrollados son como son, donde la distribución del ingreso es más pareja, donde nadie le falta el respeto al Estado, pero tampoco nadie acepta a empresarios que abusen.
Vamos a iniciar pronto un proceso de regionalización. Los que han sido exitosos mezclan esta idea de tener una descentralización política, pero de abajo hacia arriba usan la fuerza de la diversidad de las regiones, que se llama desarrollo de territorios inteligentes y donde el papel de las universidades es clave. Ojalá que en Chile se pueda hacer así. Tuvimos una buena experiencia en Biobío con el intendente Rodrigo Díaz, que juntó universidades y sociedad civil y desarrolló un plan que dejó a todos los sectores contentos. Son cosas posibles.
«No es justo apuntar con el dedo a Bitran»
La confianza en empresas y en los empresarios es un asunto que le preocupa a Marfán. Dice que en países desarrollados son actores clave con los que se debe contar para el crecimiento.
– ¿Qué le parece la polémica por la vuelta de Julio y Eugenio Ponce a SQM? ¿Afecta esta confianza que usted menciona?
Ponce es una persona que está en investigación por el caso Cascadas y que hizo manejos opacos y muy grandes en el tema del financiamiento de la política. La negociación con Corfo se refirió a intereses nacionales versus particulares, entonces no me extraña que se haya generado este escándalo. Y sobre Bitran pienso que ha prestado muchos y buenos servicios al país y no es justo que se le esté apuntando con el dedo.
– ¿La decisión de no bajar el impuesto a las empresas es una señal del gobierno de búsqueda de acuerdos con la oposición?
Hay un dilema entre bajar el impuesto de Primera Categoría o integrar los impuestos. Cualquiera de los dos disminuye la recaudación y, probablemente, evaluarán eso. Cuando el mensaje presidencial es que no va a bajar el impuesto de Primera Categoría, lo que leo entre líneas es que va a integrar y, desde el punto de vista de economista, de asignación de recursos, en ese caso es mejor bajar el impuesto que integrar.
– ¿Por qué?
Cuando las empresas tienen proyectos de inversión hacen un project finance, que es definir de dónde sacarán los recursos, y normalmente mientras más bajo es el Impuesto de Primera Categoría, el incentivo es buscar recursos en la reinversión de utilidades por sobre otras fuentes de financiamiento. En cambio, la integración tiene más que ver con el retiro de utilidades.
– ¿Pero usted es más partidario de la desintegración que de integrar el sistema?
En las reformas en las que estuve involucrado en los 90, cuando el sistema estaba totalmente integrado, se buscaron fórmulas para subir más el impuesto al retiro de utilidades que a la reinversión. Ese es mi sesgo, aunque mantuvimos la integración con el impuesto global.
– El gobierno ha dicho que el foco de su reforma estará en la simplificación y que eso también impulse la inversión.
La mejor manera de simplificar un régimen tributario es que el régimen general sea realmente general, lo cual no quiere decir que deba ser simple. Hoy en Chile lamentablemente se superponen varios sistemas tributarios y eso no es bueno. Los extranjeros tienen un régimen; los nacionales dos, renta atribuida y semi integrado, y hay uno para las pymes que por la definición que tiene abarca un número grande de empresas. Eso no es bueno, porque eso sí que complica. Cuando coexisten varios, tienes la mínima recaudación de cada uno.
– ¿Cree necesaria una reforma tributaria hoy?
Entre los temas en que decidieron gastar su capital político está esto, es una decisión política, pero como no tiene mayoría en el Congreso, lo que envíe no es necesariamente el resultado final y la discusión ojalá que sea más técnica que política. Y si quieren rebajarle el impuesto a las empresas, es más vendible bajar la tasa que la integración.
– La oposición pareciera algo estructurada para el debate, ¿ha sido parte de esas conversaciones?
Me invitaron a una porque a alguien le dije que era raro que no lo hicieran. Me avisaron un viernes de una reunión que era el lunes y ya no podía. No veo a la oposición tan estructurada. Lo más estructurado que veo es el exequipo del gobierno de la presidenta Bachelet, tratando de evitar una retroexcavadora 2.0. Quizá por eso no me han llamado, porque en general fui bastante crítico de muchas de las reformas, no porque no estaba de acuerdo con el fondo sino porque creo que hubo mucha desprolijidad. Una cosa es ser de izquierda y otra es no hacerlas bien. Son cosas distintas.