Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
La encuesta CEP también tiene preguntas relevantes respecto del país que quieren los chilenos, de las que comentaré solo las tres que resumo:
1. “¿Cuál debiera ser la primera prioridad del país? (10 opciones)”. Mayor mención: delincuencia (27%) y desarrollo económico (16%). Menor mención: gratuidad universitaria (5%), nueva Constitución (4%), calidad escolar y pre-escolar (3%), sindicatos (0%).
2. “En el momento actual, ¿usted preferiría líderes políticos que privilegien los acuerdos o sus propias posiciones?”. Acuerdos: 58%; posiciones propias: 25%; no sabe / no responde: 17%.
3. “Considerando todo, ¿cuán satisfecho está usted con su vida en este momento? Responda en una escala de 1 (insatisfecho) a 10 (satisfecho)”. 1 a 4: 7%; 5 y 6: 23%; 7 a 10: 70%.
Por razones de espacio, no tocaré ahora el tema de la delincuencia, el que me comprometo a abordar en otra columna. En esta tribuna he abordado majaderamente el tema del desarrollo económico. Lo tenemos todo para dar ese salto final al desarrollo. Se trata del paso natural para tener una sociedad menos desigual, con menos discriminación, más oportunidades, mejores bienes públicos y, en definitiva, más feliz. Más parecida a los países nórdicos, a Australia y Nueva Zelanda, a Canadá. Todas economías ricas en recursos naturales y admiradas por el resto del mundo. Y muchas de ellas dieron ese salto lideradas por coaliciones de centroizquierda. Todas ellas tienen leyes laborales más estrictas y sindicatos más poderosos que los nuestros; regulación medioambiental más eficaz; sistemas tributarios más fuertes, mejor educación a todo nivel; mejores sistemas de pensiones, y así. ¿Y por qué no aprendemos de ellas? ¿Por qué inventamos regulaciones que no existen en los países exitosos? En definitiva, ¿por qué nuestras reformas emblemáticas van a contrapelo de esas experiencias? ¿Por qué tan provincianos? La izquierda de los países exitosos debiera ser nuestro referente.
En otro plano, ¿por qué nos avergonzamos de buscar acuerdos? ¿Acaso no está matemática y estadísticamente comprobado que la cooperación rinde más que el conflicto? ¿Por qué hay que exacerbar la rabia y el descontento para cosechar votos en un país donde el 70% está satisfecho con su vida? ¿Qué sentido histórico tienen las retroexcavadoras en el Chile de hoy cuando lo natural es transitar a una etapa superior?
Siempre he votado por la Concertación y la Nueva Mayoría y, a mucha honra, lo seguiré haciendo. Con mis lealtades claras, no violento principios ni valores al reconocer que estamos fallando. Que una cosa es el país que queremos, y otra muy distinta es hacer las cosas mal. Es en el apoyo zalamero e incondicional, en la ausencia de autocrítica, donde se atenta en contra de los principios y valores. ¿Por qué? Porque la incapacidad de enmendar el rumbo retarda, desvía y finalmente olvida el punto de fondo: el país que queremos.