Autor: José Pablo Arellano
Fuente: Cieplan
Al cumplirse treinta años del plebiscito, busco en la memoria para rescatar mis recuerdos de la época y ponerlos en perspectiva.
Mi trabajo en la época desde Cieplan estaba en el análisis y preparación de políticas públicas, evaluando la marcha del país en ese momento y pensando en el retorno a la democracia.
En el tiempo de campaña del plebiscito participé en los pocos espacios de debate que se iban abriendo, especialmente en la TV. Recuerdo que me invitaron varias veces al programa almorzando en el 13, uno de los pocos abiertos a opositores y que por lo mismo era bastante visto y donde se daban conversaciones y a veces debates.
Recuerdo haber grabado una breve cuña para la franja del No. En la productora de Eduardo Tironi, creo que en el barrio Italia. Fue un honor haber sido parte de esa famosa y decisiva franja de televisión.
El día del plebiscito, el 5 de octubre me acompañó mi hijo Andrés de seis años a votar en la Reina, al complejo educacional, en la misma mesa donde he votado hasta hoy. Era una experiencia única, casi religiosa, todos con respeto votando. Fue extraordinario, votaron 7.251.933 personas, el 97.53 % de los inscritos para votar. Eso era fruto de toda la campaña previa, primero para inscribirse en los registros electorales y luego para ganar el No.
Todo el día fue de enorme tensión. En la noche pegados a la tv, el gobierno dilataba los resultados, Pinochet convocó a la junta de gobierno. Había enorme incertidumbre hasta que por fin cerca de la una de la mañana el general Mathei reconoció que habían perdido y también lo hizo Sergio Onofre Jarpa, presidente de RN y ex ministro del interior.
La mañana del día 6 de octubre fue maravillosa, en el paseo Ahumada la gente celebraba el triunfo del No. Carabineros que hasta hace poco reprimía fuertemente ahora se dirigía a nosotros por el parlante del carro blindado como “respetable público”. Los manifestantes abrazaban a carabineros y le ponían flores al carro blindado. El país era otro. Hasta hoy me emociono al recordar esa mañana.
La franja del NO, que tuvo gran impacto en la campaña del plebiscito, tenía la esperanzadora música de “la alegría ya viene”. Terminaba siempre con un llamado que a mi modo de ver resumía el ánimo del momento y el espíritu de la campaña del No. Recuerdo hasta hoy que el locutor decía “Sin miedo, sin odio, sin violencia, Vote NO”
La preocupación por la gobernabilidad
“Sin miedo” se refería a la represión, pero también a los riesgos de falta de gobernabilidad que podían ser parte del regreso a la democracia.
En los años y meses previos al plebiscito la preocupación por el retorno a la democracia tenía dos dimensiones. La primera era obviamente ganar el plebiscito, una vez que se aceptó ese camino para terminar con la dictadura. La otra era tener una transición exitosa a la democracia a partir del triunfo del plebiscito. Ese era un tema al que dedicamos mucho tiempo de estudio y debate en Cieplan. La razón es que el éxito de la transición a la democracia dependería de la gobernabilidad que se lograra. El miedo de que en la transición fallara la política o la economía era grande.
La gobernabilidad tenía muchos riesgos. En primer lugar, el quiebre de la democracia en Chile estaba íntimamente ligado a la perdida de la capacidad de gobernabilidad. La incapacidad para lograr acuerdos políticos y el desgobierno en lo económico social habían terminado en el golpe militar.
Pero no solo era nuestra historia la que nos generaba preocupación, era también lo que estábamos presenciando en los países vecinos que retornaban a la democracia. En Argentina a fines de 1983 había terminado el gobierno militar con la elección del Presidente Alfonsín, pues bien él tuvo que abandonar el poder antes de terminar su mandato en julio de 1989 en medio de una grave crisis económica (tuve la oportunidad de estar muy cerca de las autoridades argentinas cuando implementaron el plan austral en junio de 1985 y ver las difíciles situaciones que enfrentaban tratando de estabilizar su economía).
En Brasil en 1985 se eligió por vía indirecta a Tancredo Neves el primer presidente civil desde el golpe de 1964, quien a raíz de su enfermedad debió ser sucedido por Sarney al año siguiente, quien gobernó hasta 1990 en medio de la hiperinflación y crisis económicas sucesivas. Su sucesor Collor de Mello elegido en elecciones directas tuvo que renunciar a los dos años en medio de una grave crisis económica y política. En Perú el gobierno de Alan García electo en 1985, terminaba en 1990 en medio de la hiperinflación, crisis económica y violencia terrorista. La constante era la frustración de las grandes esperanzas que alentaba la vuelta a la democracia (Por ejemplo en 1987 estuve en Lima en la Universidad del Pacifico haciendo una presentación sobre estos temas. Puede verse también las reflexiones sobre las implicancias para nuestro país en la Revista de Cieplan julio 1987).
Ese era el panorama en esos años que mostraba la tremenda dificultad de gobernabilidad en las experiencias vecinas de retorno a la democracia. Con razón eran los temas que ocupaban la mayor parte de nuestra atención: el manejo macroeconómico, la política fiscal, la política cambiaria,… Había que hacer todo de nuestra parte para no tener el mismo resultado y no caer en la misma frustración.
Chile había vivido además hacía pocos años en 1982-83 una de las mayores crisis económicas de su historia, con una caída de la producción superior al 15%. El país acababa de recuperar los niveles de producción previos a la crisis pero la inflación en 1987-89 era todavía superior al 20%. El país estaba con un programa con el FMI del cual recibió préstamos en esos años, lo que reflejaba el todavía débil acceso al mercado voluntario de créditos externos.
La apreciación en esa época por parte de los analistas externos y entre ellos del FMI era que el país había realizado un enorme ajuste para corregir los graves desequilibrios macroeconómicos presentes en la crisis de 1982-83 (el déficit del sector público no financiero se había reducido en cerca del 6% del PIB entre 1984 y 1988 y el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos se había reducido en una proporción equivalente), pero que aún estaba en una situación especialmente vulnerable por su endeudamiento y la falta de acceso a los mercados voluntarios de financiamiento (la deuda pública superaba el 100% del PIB según Tesorería General de la República, Informe Financiero del Tesoro Público, puede verse un estudio de esa época).
Esos eran los temores y las preocupaciones que hoy se me hacen muy patentes. A los que no vivieron esos años, esos temores pueden resultarles desconocidos. Tal vez por eso a veces cuesta dimensionar la magnitud de la transformación económica y social vivida en estas décadas. A los más jóvenes muchas veces les pueden parecer poca cosa los avances registrados.
Es bueno volver a mirarlos, no solo en términos absolutos sino comparados a otros países y sobre todo comparados con lo que hace treinta años creíamos que era posible lograr.
En esos años el ingreso per cápita de Chile bordeaba los 4.000 dólares (medidos a PPP), lo que equivalía al 19% del ingreso per cápita en los EEUU , mientras que actualmente el ingreso por habitante medido en los mismos términos supera los 24.000 dólares y está por sobre el 40% del ingreso en los EEUU. Así pasamos al primer lugar entre los países latinoamericanos después de haber estado por años en la medianía de la tabla (el crecimiento del PIB per cápita en pesos del año anterior encadenado con base de referencia 2013 es de 2,7 veces entre 1988 y 2017).
A consecuencia del crecimiento sostenido y de las políticas sociales, la pobreza que superaba el 40% se ha reducido a menos del 9% (usando para esta última medición una metodología más exigente).
Algo similar puede verse en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD donde subimos al primer lugar en América Latina.
En materia educacional la asistencia al colegio se ha universalizado para toda la población. De los niños de 5 años de edad pertenecientes al 20% más pobre, un 50% aun no entraba al colegio, hoy lo hace el 97%. Entre los adolescentes de 16 años en el quintil más pobre, un 25% estaba al margen del colegio y por tanto no terminaba la enseñanza media, hoy lo hace más del 96%.
Respecto de la Educación Superior la matricula era inferior a 250 mil estudiantes y en el informe de la Comisión convocada por el nuevo gobierno en 1990 se proyectaba que alcanzaría a 300 mil en el año 2000. En realidad la matricula llegó ese año a 450 mil estudiantes y actualmente supera un millón doscientos mil estudiantes.
Los recursos que el Estado destinó el año pasado a programas sociales, educación, salud, vivienda, pensiones y transferencias sociales, son 5,5 veces los que se destinaron en 1990, medidos en términos reales. Esto significa que crecieron en promedio 6,7% por año (véase las estadísticas oficiales y [http://www.cieplan.org/media/publicaciones/archivos/304/Libro_Digital_Completo.pdf]un recuento[/link]de las políticas sociales y la estrategia de crecimiento con equidad).
Si se comparan las remuneraciones reales de los trabajadores en Chile ellas se han más que duplicado mientras en ninguno de los países latinoamericanos mencionados su aumento llega al 40%.
La inflación es un tema inexistente en el debate político actual, y está relegado al análisis entre los especialistas. Por eso es muy difícil que alguien hubiera anticipado en esos años que a partir de 1993 la inflación no llegaría más a los dos dígitos y que prácticamente nunca subiría del 5%. La historia de nuestro país hacía pensar otra cosa.
Yo tenía 36 años para el plebiscito, pues bien en todos esos años solo dos veces la inflación anual fue menor al 10% y el promedio había sido de 38 %, excluyendo para este cálculo los tres años en que la inflación superó los 350% anuales.
Además, como explicamos más arriba, si alguien miraba las economías vecinas no parecía posible pensar en una estabilización exitosa. De hecho en la primera encuesta del CEP en enero de 1987 el 79% de los encuestados consideraba la inflación y el costo de la vida como un problema grave. La misma encuesta realizada en diciembre de 1989, mostraba que el principal riesgo que veía la población en el ámbito económico, si ganaba Aylwin, era precisamente la inflación (en realidad el Gobierno de Aylwin se caracterizó por un notable desempeño económico. Al momento de la muerte del Presidente Aylwin me preguntaron por qué se había logrado un crecimiento tan alto, aquí está mi intento de respuesta).
Cuantos se habrían atrevido a pronosticar en 1988 que a partir de 1992 Chile sería considerado por las agencias clasificadoras de riesgo como “investment grade”, lo que permitiría que muchos inversionistas y bancos internacionales le prestaran al Estado y a las empresas chilenas en condiciones que nunca lo habían hecho. Menos se habrían podido imaginar que actualmente el riesgo de prestarle a Chile sería considerado equivalente al de Japón y China y menor al de prestarle a España, Italia o Portugal.
He buscado en estos días y releído para traer a la memoria lo que escribimos en esos meses. Releo por ejemplo el documento que publicamos con otros economistas de Cieplan en septiembre justo antes del plebiscito explicitando nuestro profundo deseo: “El consenso económico-social democrático es posible” (Revista Cieplan noviembre 1988 y «Cómo fortalecer la cooperación»).
Los acuerdos amplios que se lograron y que hoy algunos critican y hasta descalifican, eran en realidad una aspiración muy profunda y un desafío enorme en un país tan dividido.
En fin, se podría seguir dando ejemplos de resultados que estaban muy lejos de lo esperable hace treinta años.
Si la gobernabilidad se tradujo en los resultados que hoy celebramos ello fue producto de la decidida voluntad y compromiso de muchos por poner el interés general antes que el particular , por mirar más allá del corto plazo y por construir acuerdos amplios que nos permitieran avanzar a paso seguro en la reconciliación, la democracia y el desarrollo.