Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
En la década 2007-2017 las exportaciones totales de Chile crecieron a una tasa de 0,4% real anual. Dicho de otra manera, a esa velocidad las exportaciones se duplicarían cada 169 años. A la velocidad que éstas crecieron entre 1987 y 2007, se duplicaban cada 8 años y 4 meses. Eso se llama un frenazo.
¿Qué pasó? Hay varias explicaciones. Una de ellas es que a partir de la crisis de 2008 los países desarrollados se movieron hacia estrategias más agresivas para ganar competitividad, a costa de una pérdida de competitividad del resto del mundo. Además, hay una desaceleración estructural de la economía chilena. Pero, a mi juicio, también cabe mencionar el mal manejo del ciclo del cobre.
Entre 2006 y 2014, el precio se elevó muy por sobre el promedio histórico, alcanzando un máximo de US$ 4,4 la libra en 2011 (dólares reales de 2018). Lo lógico habría sido ahorrar los ingresos adicionales de ese ciclo. Pero no fue el caso. La minería privada reinvirtió el exceso de excedentes, elevando fuertemente el gasto interno. Y el Estado no lo hizo mejor. El “precio de largo plazo” del cobre que se utilizó para la regla fiscal creció desde US$ 1,2 en 2006 a US$ 3,2 en 2015. Como referencia, el precio promedio desde 1960 hasta ahora es de US$ 2,3. Pasamos de un ahorro público excesivo a un gasto público excesivo. O sea, pésimo.
¿Por qué nos pasan estas cosas? Me viene a la memoria el libro de Aníbal Pinto “Chile: Un caso de desarrollo frustrado”. Allí, citando a Encina, Pinto nos recuerda que a mediados del S. 19 el PIB per cápita de Chile era superior al de EE.UU., y el crecimiento era dinámico. Pero llegó el salitre y nos convertimos en un país rentista. Un recurso de enorme riqueza es capaz de sepultar al resto de los sectores con potencial exportador o que compiten con las importaciones, como ocurrió. Eso es lo que se conoce como la “Enfermedad Holandesa”, a propósito de la desindustrialización y desempleo que sufrió ese país después de encontrar yacimientos ricos en petróleo. Hay muchos países ricos en recursos naturales extractivos que viven y piensan como rentistas, y que son como el prototipo de la maldición de los recursos naturales.
¡Qué diferencia con Noruega! Cuando se descubrió petróleo en el Mar del Norte, decidió ahorrar el 100% de la renta en un fondo especial, y el Estado solo gasta la rentabilidad real de ese fondo. Ahora, varios años después, son más ricos que antes y siguen siendo industrializados.
Además de Noruega pienso en Australia, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda y Suecia. Todos ricos en recursos naturales. Para ellos esa riqueza ha sido una bendición porque la han manejado con inteligencia estratégica, le han añadido valor, y no se han dejado llevar por los vaivenes del corto plazo. En Chile, en cambio, el ciclo del cobre escondió la desaceleración productiva, escondió la caída estructural de nuestra tasa de ahorro, y acabó con los consensos acerca de cómo crecer. Y se nos olvidó que los países exitosos juegan a estrategias de suma positiva donde todos ganan. Típico de país rentista.