Manuel Marfán, ex ministro del gobierno del Presidente Eduardo Frei, investigador de Cieplan y militante del Partido Socialista, conversó sobre los desafíos que enfrenta Chile en una entrevista con el diario La Tercera.
Manuel Marfán puso sobre la mesa las encuestas Casen, desde la primera realizada en 1987 hasta la última, fechada en 2011, con el objetivo de buscar allí explicaciones al fenómeno social, político y económico que vive actualmente Chile. Encontró varias respuestas, pero principalmente concluyó que es necesario que el gobierno reenfoque sus agendas y ponga como elemento ordenador de su programa el crecimiento económico de largo plazo.
Desde su actual rol de investigador de Cieplan -tras permanecer 10 años en el Banco Central- se tomó un tiempo para este análisis y ya lo ha presentado en algunas reuniones, incluso lo ha compartido con representantes de la Nueva Mayoría, como el ex Presidente Ricardo Lagos.
No es que exista un plan orquestado por los representantes históricos de la Concertación para descalificar el gobierno. Al contrario, dice Marfán, es injusto criticar a la actual administración cuando todavía vive su proceso de instalación y más adelante da prueba de ello. Pero sí es necesario, advierte, terminar lo antes posible con la actual confusión, aprendiendo de las lecciones pasadas.
¿Qué es lo primero que obtuvo del análisis de las Casen?
Toda la historia de la Casen nos proporciona las características de la economía chilena. En el 87, desde el punto de vista económico, claramente sobraba gente. Antes de seguir quiero explicar que la gente nunca sobra, bajo ninguna otra perspectiva que no sean las mediciones puramente económicas, radicadas en las etapas bajas del desarrollo. Entonces, retomando, las características de los países donde sobra gente es que son países de emigrantes, más que de inmigrantes, porque van a buscar mejores posibilidades a otras partes; las tasas de participación femenina son muy bajas, los niveles de informalidad muy altos y un elemento muy significativo, que pasaba en Chile en el año 87, es que incluso la gente que estaba ocupada vivía bajo la línea de la pobreza.
Lo que fue evolucionando…
Claro, con el correr de los años se ha observado de manera muy notoria un crecimiento relevante del trabajo asalariado, que es el trabajo formal, una detención del proceso de emigración y un proceso muy rápido de integración de la mujer a la fuerza de trabajo, lo que es una buena predicción hacia el futuro de cómo nos vamos pareciendo cada vez más a las economías desarrolladas. También, en este período, a medida que desaparece el exceso de oferta de trabajo, se comienza a reequilibrar la relación trabajador-empleador y, principalmente, lo que uno observa es que las familias donde están los ocupados empiezan a salir de la situación de la pobreza e ingresan a la clase media. Hoy en Chile, cuando se mira la situación de los ocupados, menos del 6% de esa población vive en hogares pobres de acuerdo con la Casen de 2011, que es la última.
¿Cuándo se produce el punto de inflexión?
La marcha de los pingüinos (2006) fue la primera manifestación pública masiva de una demanda que ya no es de familias pobres, sino que es una típica demanda de clase media. Protesta que fue muy sorpresiva para la clase política, porque estábamos concentrados en luchar contra la pobreza. De alguna manera, se quedaron descolocados y la reacción inicial fue empezar a decir sí a todo. Nunca las políticas públicas anteriores se concentraron en la clase media, entonces ese grito de los pingüinos que decía que en 20 años no hicieron nada por nosotros, era completamente cierto, pero básicamente, fue porque este sector de la población no era mayoritario como lo es hoy día.
Otra de las cosas que dejó la protesta de los pingüinos es que la clase política se comenzó a guiar más por la calle, olvidándose del resto de la población.
Uno no tiene que ceñirse sólo por la voz de la calle, no se puede gobernar sobre la base de la demanda de los gremios, porque ese es un Estado corporativista. La voz es un derecho inalienable y yo daría mi vida porque eso mantuviera, pero, por ejemplo, no me voy a inscribir en el Colegio de Ingenieros porque es un sindicato; no me gusta cómo se eligen a los rectores en muchas de las universidades estatales, porque no hay ninguna diferencia en la lógica de cómo se elige al rector y al presidente del sindicato de académicos; entonces, hay que escuchar a los gremios, como el Colegio de Profesores, que realiza una defensa corporativa y no ataca el problema de fondo.
¿Hoy siente que ya existe un discurso más enfocado a la clase media?
Hoy, el discurso político y los esfuerzos programáticos, de la última campaña presidencial sobre todo, están concentrados más bien para satisfacer las demandas que son propias de una clase media emergente. Hay que partir de la base que este sector de la población no está pidiendo bonos ni subsidios, sino otras cosas, en tres dimensiones distintas. Primero, en todo lo referido a la seguridad, como la social, salud y educación. Segundo, terminar con los tratos discriminatorios, es un grupo que protesta más fácilmente cuando es pasado a llevar en el trato. Y tercero, para mi gusto el más importante de todos, es que la gran aspiración de la clase media es que sus hijos no vivan los traumas que vivieron ellos. Por ejemplo, clases medias que tuvieron mala educación, fueron discriminadas o no tuvieron oportunidades de educarse mejor, no quieren que sus hijos pasen por ello. Este factor es de una dimensión menos inmediatista y requiere de una mirada más larga, menos del aquí y ahora.
¿Sobre esta base se deben ahora pensar las políticas públicas?
Precisamente, estos elementos permiten evidenciar cómo uno debería ordenar el rediseño de políticas públicas.
¿Estos elementos están abordados en el último programa de gobierno?
Los más importantes sí, pero con algunas ausencias de foco, que son parte de este proceso de aprendizaje hacia una forma distinta de ver las cosas. Es que cuando el factor trabajo se hace escaso, junto con seguir alentando mayor participación femenina y tener una mente más abierta para la inmigración, la política más eficaz tiene que ver con tener más y mejor educación, y más y mejor capacitación, porque eso finalmente genera un círculo virtuoso entre crecimiento, equidad y oportunidad. En ese sentido, el tener una propuesta educativa es realmente importante, pero la forma en que se está pensando el tema todavía es asistencialista.
¿Con qué medida en específico?
Al plantear la educación superior gratuita, de alguna manera lo que se está haciendo es una transferencia de ingresos a las familias que tienen jóvenes universitarios, pero no está claro si esa política mejora o no la calidad ni las horas de la educación, lo que sí mejora son las oportunidades de acceso, pero sólo para una fracción de los jóvenes. Y aquí podemos volver al movimiento de los pingüinos, porque si se hubiera acogido la demanda del pase escolar gratuito, esta acción se hubiera transformado en una ayuda económica a las familias que tienen hijos escolares, sin embargo, eso no tiene mucha relación con que la educación mejore.
La otra crítica que ha recibido la gratuidad de la educación superior es que se beneficiará a familias que pueden pagar la universidad…
Ese es otro ingrediente que trae como consecuencia que se dejan de usar recursos en tratar de lograr una mayor cantidad de horas y mayor calidad en la educación y capacitación. Esto es sumamente importante, porque de alguna manera, la cantidad y calidad de horas de educación y la manera de cómo estas se distribuyen hoy día se convierten en una foto anticipada de lo que será la distribución del ingreso del futuro.
¿Y ese enfoque está puesto en los otros aspectos de la reforma educacional del gobierno?
Están, pero los elementos ordenadores tienen todavía estos ingredientes de transferencia de recursos, que son más bien propios de políticas de combates contra la pobreza y no del tipo de cosas que se requiere abordar en un país de clase media.
Reformas
¿La combinación reforma tributaria y reforma educacional es un golpe a las expectativas de crecimiento?
En el proceso de elaboración del proyecto original de la reforma tributaria, que pretende financiar de manera sana el programa del gobierno, frente a lo cual no puedo estar más de acuerdo, claramente tenía efectos muy contraproducentes en el ahorro y la inversión. Si a eso se suma una reforma educacional que tiene ingredientes que son de transferencia y que restan recursos a elementos que influyen en la capacidad de generación de ingresos en el futuro para los propios beneficiarios de la reforma educacional, queda en evidencia que el crecimiento de largo plazo tiene una prioridad de segundo orden respecto de otras metas. Es prioritario. Si bien existen muchas carteras, como Economía, Obras Públicas y Energía, que tienen agendas procrecimiento, el foco que se les da a la reforma tributaria y educacional muestran que hay un signo de interrogación respecto de qué tan prioritario es el crecimiento en el reordenamiento de esta agenda.
¿Hay una contradicción?
Si yo quiero recaudar, pero para ello no tengo miedo de poner impuestos al ahorro, queda claro que espero recaudar aun a costa del crecimiento de largo plazo. Entonces, hasta ahora existe una cierta confusión de ¿qué tan prioritario es el crecimiento de largo plazo en la agenda del gobierno? O sea, ¿qué tanto está el gobierno dispuesto a sacrificar otras cosas para poder mantener un ritmo de crecimiento que permita a la próxima generación ser mejor?
¿Es el gran error?
No creo que sea un error, déjeme ponerlo de otra manera: el período de instalación de un gobierno toma tiempo y, por lo tanto, todavía no es correcto hacer un juicio de la agenda del gobierno, como muchos lo están haciendo, me parece que es injusto.
¿Pero las críticas y la incertidumbre están siendo transversales?
Hay que recordar que el gobierno del ex Presidente Patricio Aylwin se ordena con la carta de navegación de Edgardo Boeninger, en enero del año 91; el gobierno del ex Presidente Eduardo Frei sólo se ordena a partir de septiembre de su primer año, con un cambio de gabinete, y el ex Presidente Ricardo Lagos se demoró bastante más, porque solamente a partir del tercer año logra ordenarse. Incluso a estas alturas del primer gobierno de la Presidenta Bachelet también había desorden. Estos son gobiernos que hoy se les recuerda no por sus primeros meses de gestión, por eso creo que hacer un balance de la Presidenta Bachelet a estas alturas es muy injusto.
La hora del balance
¿Este es el momento para que el gobierno se ordene?
No sé cuándo, pero sí creo que cuando se complete el proceso de instalación, el ordenamiento tiene líneas que son propias de cada administración, pero se debe considerar que el tema del crecimiento de largo plazo ha sido una constante a lo largo de todos estos años como un elemento que permite, efectivamente, una priorización incluso de las políticas sociales. En algún momento emergerá un hito que marcará la segunda administración de la Presidenta y que debería ordenar la agenda del programa. Uno puede articular un programa de una manera consistente, coherente, creíble y que sea entendible para la población en general, pero cuando se visten ciertas metas desvistiendo el crecimiento de largo plazo se crean señales confusas.
¿Así se explican las últimas declaraciones de los empresarios, que señalan sentirse preocupados y que han criticado al gobierno?
Así es, comienzan a salir afirmando que el país nos debe, lo mismo que dicen los estudiantes, y la confusión se toma la discusión dañando las expectativas y con ello, las posibilidades de un mayor crecimiento futuro. Por eso insisto en que esta es un área que permite hacer un ordenamiento, que da un relato, que tiene fundamentos históricos, por lo que ha ocurrido en otras economías. Son los pasos necesarios para un futuro con más igualdad, más ingresos y más crecimiento. A mí no se me ocurre que haya otras formas de ordenar, no de manera confusa, donde se pueda garantizar a un país, que es mayoritariamente de clase media, que la próxima generación tendrá las oportunidades necesarias y no sufrirá las discriminaciones que sufrieron sus padres.
¿Cuáles son esas señales confusas que hay que atacar en principio?
El estar dispuesto a sacrificar ahorro cuando se requiere invertir más, lo que se corrigió parcialmente con el protocolo de acuerdo de la reforma tributaria. Otro ejemplo notorio afecta al mercado del trabajo, porque vienen ahora reformas laborales. Si se siguen dando señales confusas, esta transición se mantendrá por más tiempo, pero un gobierno de cuatro años no tiene tanto tiempo.
El ex Presidente Ricardo Lagos dijo que “aquí falta decisión política”, ¿comparte ese juicio?
Lo del Presidente Lagos lo vi en los medios, y entiendo que se refería principalmente a las políticas de infraestructura, pero el fondo es el mismo. Insisto, sin embargo, que es prematuro exigir un orden que ningún otro gobierno ha tenido a estas alturas de su mandato.
Fuente: Marta Sánchez – La Tercera
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