Autor: Patricio Meller y Pablo Parodi
Fuente: El Mercurio
Chile ocupa el lugar 33 en el Índice de Competitividad Global (ICG) 2016, que incluye 138 países. Chile es el país más competitivo de América Latina, e incluso supera a naciones como Italia, Rusia y Portugal. Aun cuando mejora dos lugares respecto de su ubicación anterior, se aprecia una tendencia declinante en relación con 2003, por cuanto hay una pérdida de 11 lugares. ¿Hay un estancamiento en las fuentes de competitividad de nuestra economía?
A nuestro juicio, para examinar este tópico el ICG a nivel agregado no es de gran utilidad. En efecto, tenemos que revisar cuáles son las fuentes de la competitividad chilena; y más importante aún, ¿permiten estas fuentes de competitividad proyecciones optimistas a mediano y largo plazo para nuestra economía?
La hipótesis de la «trampa del ingreso medio» plantea que los países que logran superar cierto nivel de ingreso, alrededor de US$ 15.000 per cápita, enfrentan la siguiente problemática: son demasiado «caros» para competir con otras naciones que producen bienes de similar complejidad, pero no han desarrollado las capacidades necesarias para competir con las economías más avanzadas.
Superar esta «trampa» está ligado a que los países logren establecer nuevas fuentes de competitividad, siendo la innovación el componente fundamental del crecimiento a largo plazo.
A este respecto, Chile estaría en una etapa de transición desde ser una economía basada en la eficiencia a una economía basada en la innovación. Esto involucraría superar la «trampa de los países de ingreso medio». Luego, ¿posee nuestro país las competencias para llevar a cabo esta transición?
Los buenos resultados obtenidos por Chile en el ICG se basan principalmente en los puntajes de las categorías «requerimientos básicos» (estabilidad macro e instituciones) y «potenciadores de la eficiencia» (mercados financieros y disponibilidad tecnológica). Sin embargo, las cifras mostradas por «innovación y factores de sofisticación» (tercera categoría del ICG) no van en línea con los resultados anteriores.
Revisemos el desempeño relativo del país en las variables ligadas a la innovación. En un primer set de indicadores, absorción tecnológica de la firma y disponibilidad de la tecnología moderna, ocupamos los lugares 34 y 32 respectivamente, lo cual está en línea con nuestro desempeño en el índice general. Sin embargo, cuando consideramos los siguientes tres indicadores: (i) calidad de la educación científica y matemática, (ii) gasto en Investigación y Desarrollo de la empresa, y (iii) capacidad de innovación, el lugar promedio (mediana) que ocupa Chile en estas tres dimensiones es 108, vale decir, 75 lugares por debajo del lugar 33 obtenido en el índice general. A nivel regional hay cuatro países que superan a Chile en estos indicadores vinculados a la innovación: Costa Rica, Brasil, México y Argentina. A su vez, la casi totalidad de los países europeos y varios países asiáticos superan claramente en innovación a todos los países latinoamericanos.
Chile estaría en la trampa de los países de ingreso medio. A pesar de tener una economía competitiva, nuestro país posee carencias importantes para lograr el proceso de cambio desde una economía basada en la eficiencia a una basada en la innovación. La tecnología moderna está presente en Chile, pero esto no se traduce en innovación. Importamos «cajas negras con enchufe» que nadie se molesta en abrir, estudiar y comprender; solo se utilizan y por lo tanto se innova poco.
La innovación es el factor central para la generación de ventajas comparativas y competitivas en el mundo global. Pero esto tiene que suceder en las empresas, ya que son ellas las que compiten en la economía mundial. Por lo tanto las universidades debieran generar el capital humano especializado y adecuado, pero son las empresas las que debieran impulsar y liderar el proceso innovador.