Autor: Alejandro Foxley
Fuente: La Tercera
Patricio Aylwin fue un hombre excepcional. Un presidente convocante que condujo uno de los gobiernos con mejores resultados en materia económica, crecimiento, pobreza, desempleo e inversión. Tenía una autoridad y un peso político muy notable.
A los ministros nos hacía sentir que éramos parte de un equipo, nos daba autonomía y pleno respaldo para llevar adelante lo que llamábamos crecimiento con equidad buscando acuerdos entre todos los sectores. Una de las cosas más complejas en su mandato fue enfrentar el poder y la influencia que todavía tenía Pinochet y en eso Aylwin demostró sabiduría y firmeza.
Logró conciliar un enorme respaldo de la gente, de los partidos políticos, del sector privado, de los sindicatos. Sabía manejar las tensiones con inteligencia y astucia, pese a las presiones y la sombra de un Pinochet que no se resignaba a entregar el poder después de ejercerlo 17 años con mano férrea y sin contrapesos.
Inolvidable para quienes seríamos sus ministros fue la noche en que asumió y su entrada al Estadio Nacional con la Sra. Leonor y sus emocionantes palabras llamando a la unidad nacional. Y luego cuando en un acto de coraje pidió perdón entre lágrimas a nombre de todos los chilenos por las violaciones a los derechos humanos en el gobierno de Pinochet.
En ese contexto Aylwin propuso al país desafíos muy exigentes. Se propuso esclarecer la verdad frente a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, hacerlo público, exigir que se sometiera a proceso a quienes los habían violado.
El Presidente Aylwin llevó adelante un programa económico-social que buscaba atacar frontalmente el problema de la desigualdad y la pobreza en la sociedad chilena. Al momento de asumir había en Chile cinco millones y medio de personas viviendo en condiciones de pobreza.
Propuso una Reforma Tributaria como un esfuerzo solidario y compartido para reducir la pobreza. Y al cabo de cuatro años de gobierno alrededor de un millón y medio de personas habían dejado de ser pobres y se sumaban a los sectores medios.
Se comprometió a dignificar el trabajo y dar un espacio amplio de participación a las organizaciones sindicales con quienes consultó las principales decisiones que les afectaban.
Producto de ese proceso se formuló y aprobó en el Congreso una Reforma Laboral que significó establecer un nuevo Código del Trabajo que fortalecería la capacidad de negociación de los trabajadores frente a quienes dirigían las empresas.
La participación de los trabajadores fue solo un elemento en un proceso sistemático de diálogos tripartitos que incluían a las organizaciones empresariales y sindicales. Se reunían todos los años en abril y noviembre junto a los ministros de Hacienda, Economía y del Trabajo para acordar los lineamientos de la política de ingresos que regiría durante el año.
Patricio Aylwin también propuso que Chile se proyectara hacia el resto del mundo como un modo de fortalecer la democracia y también la economía. En ese plano se rebajaron los aranceles externos, se promovieron acuerdos de libre comercio en el marco de lo que se llamó el regionalismo abierto y se implementó una Reforma del Mercado de Capitales para hacer posible una mayor rentabilidad de los ahorros que los chilenos tenían para su jubilación a través de las AFP, al mismo tiempo de mejorar la regulación de las instituciones que manejaban esos ahorros.
Los resultados avalan el enfoque que el Presidente Aylwin definió como las tareas principales en el plano económico y social. La economía creció 7,7% como promedio anual entre 1990 y 1994. La inversión total llegó al 28% del PIB, la inflación se redujo desde una tasa cercana al 30% anual hasta un 12% en 1993.
El índice de pobreza se redujo desde un 40% de la población a un 28% a fines de su gobierno, cifra que continuó reduciéndose muy fuertemente durante los otros gobiernos de la Concertación que lo sucedieron: Frei, Lagos y Bachelet. El gobierno de Aylwin ordenó las finanzas públicas generando un superávit en sus cuentas de un 2% del PIB.
Estos resultados le dieron validez a los principios que marcaron su gobierno: verdad y reconciliación, más justicia social y menos pobreza, crecimiento con equidad, además de continuidad y cambio en su programa económico.
El método elegido fue el de construir persistentemente consensos y acuerdos en todos los temas estratégicos. Se trataba de reconstruir un sentido de nación, de tareas y beneficios compartidos. Creemos que ese legado persistirá por generaciones en el Chile que se reencontró con lo mejor de sí mismo a partir de 1990.
Patricio Aylwin demostró fuerza en sus convicciones y no tuvo miedo de enfrentar las críticas que surgieron de distintos sectores. Era amable y conciliador en la forma, pero muy firme y enérgico en el fondo. Fue un político que creía en la fuerza de las ideas, en el diálogo con el oponente, en la búsqueda del crecimiento con equidad y la justicia social. Un hombre con vocación de servicio que logró la unidad nacional en un momento en que el país estaba profundamente dividido. Un gran hombre que marcará la historia de Chile.
Fuente: La Tercera
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