Por José Pablo Arellano

En pocos días el 11 de marzo se cumplirán 30 años del inicio del gobierno del Presidente Patricio Aylwin. En momentos en que con facilidad se habla críticamente de los últimos 30 años es bueno recordar algunos hechos. Escribo pensando en los menores de 40 años que en esa fecha eran muy niños para apreciar lo que estaba sucediendo. Lo hago también para refrescar la memoria de personas mayores.

Aylwin ganó con más del 55% de los votos, con la participación del 94,7% de los inscritos, en una época en que el voto era obligatorio. Según las mediciones de la encuesta CEP, la aprobación de la gestión de su gobierno estuvo durante los cuatro años y en todas las mediciones sobre el 49% y el rechazo siempre estuvo por debajo del 20%.

«Aylwin ganó con más del 55% de los votos, con la participación del 94,7% de los inscritos, en una época en que el voto era obligatorio».

El reconocimiento a los logros de su gobierno llevó a la elección del Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle, continuador de su gestión, con el 58% de los votos, con la participación de más del 91% de los inscritos. Un apoyo record que incluso supera en más de 300 mil votos los obtenidos por el ganador en la segunda vuelta presidencial de diciembre de 2017. Son muestras claras de que la enorme mayoría de los chilenos evaluamos muy positivamente lo que el país consiguió en esos años.

Tal vez lo más importante es que después de años de polarización y de descalificación del opositor, llegando incluso a aceptar la violencia como arma política, se logró justamente lo contrario: restablecer una convivencia pacífica, reconciliar, recuperar las confianzas en personas e instituciones.

El uso de la violencia con fines políticos fue creciente en los años 60, se acentuó en el periodo de la Unidad Popular y se llevó al extremo de la eliminación del opositor en el régimen militar. Con el gobierno de Aylwin se inició un ciclo de treinta años en que se logró eliminar la violencia de la política. En estos días de violencia y destrucción apreciamos en toda su magnitud la importancia de ese logro.

Repasemos algunos datos del desempeño del país durante el gobierno de Aylwin: entre 1990 y 1993 el PIB creció en promedio un 7,7% al año. Esto es más que todos los gobiernos siguientes y que cualquier periodo presidencial del siglo XX. Ello a pesar que la situación internacional no fue particularmente buena y que el precio del cobre, en moneda actual, fue inferior a dos dólares la libra. Los ingresos por exportaciones distintas al cobre crecieron anualmente en promedio al 10,3%.

El salario real promedio se elevó en 4,3% por año en 1990-94.
La pensión asistencial llegaba a $35.500 en moneda actual y favorecía a menos de 300 mil personas, hoy la pensión básica solidaria con el aumento recién aprobado la supera entre 4 y 5 veces y favorece a 590.000 personas. Otro tanto ocurrió con la pensión mínima que recibió reajustes extraordinarios.

«Los ingresos por exportaciones distintas al cobre crecieron anualmente en promedio al 10,3%.»

El salario mínimo al asumir Aylwin era de $18.000, algo menos de $ 88.000 en moneda actual.Los recursos públicos destinados a programas sociales: salud, educación, vivienda y previsión crecieron a más del 8% real por año. La pobreza se redujo del 38% en 1990 al 27% en 1994.

En esos años se iniciaron las concesiones viales y se echaron las bases para la expansión de la infraestructura con que contamos actualmente.
El metro de Santiago solo tenía la línea 1 entre San Pablo y Escuela militar y un tramo de la línea 2, en total menos de 26 kilómetros, que se comparan con las 136 estaciones y los 140 kms. de extensión actual. Podríamos seguir revisando las distintas áreas para anotar los progresos registrados durante su gobierno.

Los próximos 30 años dependerán de los cambios que introduzcamos en los próximos meses y años. Qué duda cabe que los desafíos son nuevos pero tienen cabida los mismos principios aplicados con buenos resultados en esos años decisivos: continuidad y cambio en vez de refundación y desconocimiento de los avances previos. Gradualidad para que los cambios se sostengan y produzcan los efectos buscados, evitando graves riesgos de retrocesos y reversión. Crecimiento y equidad como dos componentes indispensables que se refuerzan mutuamente para que la política social sea efectiva. Búsqueda de acuerdos para poner por sobre los intereses de grupo el interés nacional. El rechazo claro y sin ambigüedades al uso de la violencia en política como requisito indispensable para una buena convivencia.

Que la exitosa experiencia de esos años nos lleve a renovar


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